La Joven Gitana, Museo de Mosaicos de Zeugma, Gaziantep (Turquía)
No voy a soltar, presa de la indignación, que sea un método, una estrategia, elaborada concienzudamente con premeditación y alevosía en virtud de no sé qué objetivos de interés particular, pero cuando un hecho se repite con asiduidad, en determinado orden y con similares consecuencias para determinados colectivos es que algo, del todo bien, no huele. Si siempre pintan bastos para los mismos a pesar de hallarse éstos convencidos de que tenían una buena mano, algún as de oros bajo la manga se ha guardado alguien.
El orden, que sí que altera el producto es metódico y robótico como un martillo pilón:
- primero marginar, que estábamos muy a gustico sin nadie que nos ladre (creemos guetos)
- segundo excluir, que si ya están al margen mejor que no tengan las mismas oportunidades (educación, recursos sociales y culturales, empleabilidad, dependencia de ayudas sociales…)
- tercero ignorar, y si ladran que ladren, mientras no se puedan acercar y nos muerdan (que todo lo que salga en los medios sea malo, dañino, peligroso…)
- cuarto machacar, que no sólo ignoremos, sino que les creemos la imagen de que la culpa es suya, que viven así porque quieren, que es su decisión (imposibilidad de entrar en un proceso de cambio y de normalización).
Podemos pensar en cualquier colectivo, y es de un pragmatismo abrumador. Cierto es que los hay que, dando menos por saco y siendo algo así como más dignos de lástima (sector de la discapacidad, personas mayores…) apenas pasan de la fase una de estar al margen, por eso sentido mercantilista y obsceno de la utilidad social, pero por norma, el proceso llega hasta la fase cuatro con contundencia (inmigración, toxicomanías, barrios periféricos con bolsas de pobreza, personas sin hogar…). Y el día que acierten a lidiar con la fase cuarta, seguro que algún listo se inventa la quinta.
Podría traer a colación decenas de ejemplos, pero con uno, justo de la semana pasada, que cumple los requisitos con precisión quirúrgica: Flora.
Flora Bermúdez, gitana pobre, así que la primera fase de la marginalidad la tiene superá con creces.
Como es gitana y pobre, de familia gitana y pobre, nació, vivió y creció en un barrio a las afueras, donde no entran ni los repartidores del telepizza. Fase dos maximizada.
Flora va a servicios sociales y a diferentes instituciones a pedir trabajo y a protestar por su situación económica. Huelga decir que, Comunitarios, dan la cita a tres meses vista, sólo ayudan una vez al año y luego ahí te pudras si te hace falta más, pa’ eso está Cáritas, digo yo. Que la culpa no es de la trabajadora social de turno, sino de los de arriba, que invierten en farolillos en vez de en atención primaria. Fase tres de corrido.
Y lo más cruel, el punto cuatro. Flora solicitó el consabido salario social y le fue concedido el pasado julio, pero todavía no lo ha cobrado. El caso es que, al tenerlo concedido, da igual que en estos ocho o nueve meses de rigor no tengas el más mínimo ingreso familiar, porque no puedes solicitar otra ayuda oficial ni acceder a la nueva Renta Mínima de Inserción y, al disponer de pocos recursos, desde el área de servicios sociales no suelen tramitar la ayuda de emergencia social. Tan urgentes, que a los tres meses hasta que te dan la cita y a los de después de entrega de documentación, habría que sumar los tres más hasta que te ingresan el dinero. Machacar se llama, sí.
El problema es que no quieren trabajar. ¿Y lo bien que dormimos, leñe, pensando eso?