Al despertar encuentro un alacrán en la cama, aunque jamás he tenido cama. Sin embargo, en plena noche tomo las llaves del auto y salgo a caminar por calles bañadas de sol. Cruzo las paredes del ágora, para sentarme en una silla sin patas. El viejo ciego y cojo me mira. Allá, la candidata presidencial indígena desprecia las elecciones y al estado. Me asombra la guerrilla pacifista, que destierra a su gente y les amenaza de muerte, mientras el progresismo busca justificaciones. Río de melancolía.