- Bicycle wheel, by xbastex
Soy un kamikaze. Un peligro público, que nadie se lleve a engaño. Verme pedalear con mi bicicleta por las calles de Córdoba debe de dar más miedo al respetable que un camión de esos del DAESH cargado de explosivos. La gente honrada, el ayuntamiento, la policía local deberían de perseguir a capa y espada a aquellos seres despreciables que, como yo, se pasan buena parte del día dando por culo a conductores de bien o turistas despistados cuyo único deseo es poder ir a sus anchas y panchas sin aguantar vueltas ciclistas ni que les arrolle un vehículo de dos ruedas, por más que vaya por el devaluado carril bici.
Lo mismo estoy exagerando, pero es lo que debería pensar tras la ristra de improperios que me ha venido a mal escuchar de diferentes labios y rostros crispados en estos años de circulación sobre mi bicicleta azul cobalto. Y eso que jamás he tenido un solo percance del que haya sido responsable, directo o indirecto.
Así, a vuela pluma, sí que se me ocurren variadas circunstancias de las que, parece ser, tuve yo la culpa en virtud de la cantidad de insultos y maldiciones que me endilgaron sin pelos en la lengua.
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Grupo de trabajadores paseando en grupo por mitad del carril bici con una acera de seis metros al lado. El menda que toca el timbre. Piticlín piticlín. Se apartan todos menos uno, el más chulo del barrio. Que me quite yo, que él estaba antes. Le indico que va por el carril bici; lo niega; se lo confirman sus compis; mira al suelo. Nada, es que deberían pintarlo mejor.
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Cruzo tranquilamente por mi carril bici, con el monigote de la bici en verde, delante de un semáforo en ámbar para los coches. Una chica está a punto de atropellarme. Se asoma por la ventanilla y comienza a insultarme con sumo desparpajo. Le señalo el semáforo, ni caso, e intenta pasar de todas maneras sorteándome.
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Trato de cruzar otro día por el mismo semáforo. Un tipo grueso por poco no me afeita el bigote. Le digo lo mismo que a la chica. Improperios de aquellos, y se me pone generoso. Que tenga cuidado. Yo, claro, que soy un peligro.
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Con mi bici por la zona de la Mezquita. Un sólo carril de único sentido. Varias veces casi me han tirado de la bicicleta algunos repartidores al adelantarme contra viento y marea. Total, que de un tiempo a esta parte hago lo que llegó a aconsejarme la policía local: que puedo usar todo el carril y que los coches no tienen suficiente espacio para adelantarme manteniendo la distancia de seguridad. Un todoterreno pitando detrás, le digo con gestos que voy por mi carril. La cara del conductor roja como un tomate y abriendo y cerrando la boca como un poseso. Me paro delante para explicarle que voy por mi carril. Que si fuera una persona educada me apartaría, me dice el prenda. Me lo comenta quien me está lanzando maldiciones por ir por mi carril y que también trata de sortearme aunque pase por encima de mi bici (o mi cadáver). «Si me aparto no me puedes adelantar, porque te meterías en la acera». Como quien oye de llover. Que no tiene ganas de empezar así la mañana. Con dos cojones. Pues apréndete el código de circulación y verás como vas más tranquilo. Sólo lo pensé.
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A otro conductor, que también se saltó su semáforo en ámbar porque, según él, tenía prioridad, sí se lo dije.
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Un camión de reparto que tendría que haberme cedido el paso porque le salía por la derecha pasó de mí como de comer mierda (si hubiera ido yo montado en un tren de mercancías lo mismo me hubiera visto) y me tiró de la bici del frenazo brusco que tuve que dar. Miró por el retrovisor. ¿Tú paraste? Lo mismo él.
Me ha atropellado un coche cuyo conductor andaba con la mirada fija en el semáforo como si formara parte de un rallie y tuviera que salir de estampida nada más ponerse el semáforo en ámbar -todos sabemos que está prohibido terminantemente mirar antes si el de los peatones está en verde-. Me pidió perdón. Y una tarde atropellé a una turista -peor rato no he pasado en mi vida- porque a la buena mujer se le ocurrió meterse de golpe en el carril bici para cruzar un semáforo que ella tenía en rojo. Se dio en la cabeza con el asfalto y acabó en urgencias. Hasta atestado policial tuvimos; menos mal que tanto su amiga como ella fueron lógicas y asumieron su error.
Pero vamos que supongo que ha quedado claro, que el peligro soy yo, para la peña y para el medioambiente. Que el kamikaze también es el menda, y quien debe de tener cuidado, para que no me rompan la crisma, digo yo, esas otras personas sensatas que tiene prioridad sí o sí porque les sale del papo, no porque yo sea un inconsciente.
Y lo malo no es equivocarse, que cagarla podemos hacerlo todos, sino insistir en que lleva uno razón. «Errare humanum est, sed perseverare diabolicum». Y de diablos hablamos, del diablo sobre ruedas; y ese diablo que mata no soy yo, tiene cuatro ruedas y en el primer semestre del año se ha llevado por delante a veintiún ciclistas. A ver si en el segundo cambia la tendencia y veo alguna noticia acerca de un coche arrollado por un ciclista.